sábado, 19 de septiembre de 2009

1000 Fotos ... 1000 Palabras

Llaman a la puerta, mi compañero de piso me despierta. La alarma ya había sonado, pero viendo que aún me quedaba tiempo, decidí retrasarla media hora. Me Levanto. Tenemos clase a primera hora de la mañana, por lo que el primero que se levanta, despierta al otro. Para él va la primera foto. Para la ducha la siguiente, y la tercera… para el zumo de naranja.

"Mil fotos son muchas fotos", señala mi compañero. Yo asiento y me preparo para un día largo. Aún no sé si habrá cosas importantes que fotografiar. Agarro la cámara y me armo de valor. Hoy me siento fotógrafo. Intento sacar un primer plano de una mosca que recorre la cocina, pero se mueve rápido, no se mantiene más de dos segundos en el mismo sitio. Tampoco tengo mucho tiempo, así que abro la ventana, esperando que se vaya volando.

Pasó por enfrente de la Clínica Universitaria, cámara a la altura del ombligo, sacando fotos a mansalva. Van cincuenta. Echo un vistazo, no parecen aprovechables. Decido tomarme mi aventura con más calma; e intentar sacar las fotos con algo más de sentido. Para empezar me paro delante de la Clínica. Una inmensa pared, cientos de ventanas… y todos los edificios a mi alrededor reflejados en el cristal. No puedo resistirme a sacarle una foto. Primer punto, primera gran foto del día. Pio XII se lleva las siguientes fotos.

Miro el reloj, mi clase empieza en veinte minutos, no puedo entretenerme. Acelero mi ritmo, me cuelgo la cámara del cuello, y, a disparar: gente, árboles, piedras, nubes… Hay momentos en los que no sé ni que estoy fotografiando. La primera clase, aburrida, me sirve para comprobar el resultado de mi trayecto: fotos borrosas, torcidas, insignificantes… poco que salvar; quizás una hoja carcomida, en medio del camino, es lo único rescatable. Nunca se me habría ocurrido gastar tiempo, y un preciado hueco en la tarjeta de memoria, en esa hoja; pero sin embargo el resultado me sorprende. Lo más insignificante acaba siendo lo más interesante. Vuelvo la cámara atrás y me quedo atónito ante la imagen de la Clínica. ¡Aún sigo pensando que es una gran instantánea!

Fotos, fotos y más fotos. A la izquierda, a la derecha… todo puede sufrir la ira de mi dedo sobre el disparador. Mis compañeros y el profesor son los siguientes. Me sirven para probar funciones de mi cámara con las que nunca había experimentado. Empiezo a pensar, que cuando una foto sale mal, no es la cámara la que está estropeada…

Media mañana y unas trescientas fotos después acabo las clases. Medio dormido y con la cámara en la mano, busco proseguir mi ruta. Detesto las clases a primera hora de la mañana, y eso que este curso no puedo quejarme, solo tengo que madrugar un día. Los restantes tengo clase de tarde. Pero ese es otro tema. Las fotos son los que importan.

Nunca me habría planteado tirar mil fotos a todo lo que se mueve si no me lo hubieran mandado en fotoperiodismo. Por lo menos llevo una bonita foto de la Clínica Universitaria, y otra aprovechable de una hoja carcomida. Continúo mi búsqueda.

La cafetería de la Facultad, el campus, el despacho de mi asesor, la biblioteca, el campus de nuevo, la sala de ordenadores... Fotos, fotos y más fotos de nuevo. El disparador no descansa, el objetivo siempre alerta, y el flash, me va pidiendo descanso entre foto y foto. Mi réflex aguanta el tipo, como buen atleta de fondo. Llegamos al ecuador de la carrera. Falta menos.

Hora de hacer inventario. Por tercera vez. Curiosas fotos las de los bedeles de la Biblioteca cuando no saben que están siendo fotografiados. Otras que acabaran en mi disco duro. Por lo demás, poco aprovechable… viene siendo la tónica del día.

No más de veinte fotos buenas de un total de mil. El resto son bastante mediocres (quizás tengo el listón muy alto). La tarde transcurre al igual que la mañana. Por salvar, sólo cabría mencionar la compra semanal en el Carrefour; uno llega a descubrir que la pescadería es un lugar más que interesante que fotografiar. Y no hablemos ya de la frutería: cientos de colores y formas que se funden en el objetivo de mi cámara.

La última foto del día… desde el balcón de mi casa. Bueno, en realidad las dos últimas, dirección a la carretera. Todavía queda algo de tráfico y decido poner en práctica los conocimientos aprendidos días antes. Juego con el obturador. Una foto sacada a velocidad rápida, y otra lenta (dejando que la cámara se tome las cosas con calma). La primera estática, fija (puedo incluso reconocer la marca de los coches). Yo sin embargo, me quedo con la segunda, con ese efecto desplazamiento… sólo se ven haces de luz a gran velocidad.

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